Una pausa para observar los síntomas y la mente…
He acompañado diferentes tipos de procesos a distancia y presencial. Personas con culturas y estilos de vida diversos. Niños y adultos con todo tipo de síntomas físicos que algunos, arrastraban desde hacía años.
En la mayoría de los casos, en particular los adultos, noto que por uno u otro motivo, se “acostumbraron” a convivir con el dolor, el sufrimiento y el no bienestar. Lo tenían normalizado y más aún, los definía.
“Soy asmático, soy alérgico, soy ansioso, soy, soy, soy …”
Acallamos el llamado del cuerpo con medicinas de todo tipo, incluidas las fórmulas más naturales y decidimos alojar la enfermedad bien sea física, mental o emocional en nuestro ser.
Evadimos los mensajes que envía el cuerpo, en forma de síntomas, que nos perturban en nuestro día a día y nos impiden de gozar de la vida con plenitud.
¿Por qué? o ¿para qué? La enfermedad nos da algo a cambio, nos mantiene en el lugar de víctimas y justifica todo aquello que nos sucede. Bajo esta conducta yace una creencia de no merecimiento y de rechazo a la vida.
¿Es posible cambiarlo? Sí. Podemos transformar los pensamientos limitantes que hemos asumido como verdades absolutas, y a las que les hemos dado tanto significado, que creemos que somos aquello que pensamos.
Confrontar esta verdad no es cómodo y transformarlo requiere de un compromiso interno verdadero.
Lo maravilloso y mágico sucede cuando nos lanzamos con cuerpo y alma a vivir la aventura de la auto indagación. Cuando nos damos la oportunidad de ser el observador de nuestra propia película, de experimentar las emociones sin juzgarlas y les permitimos hacer el movimiento de ola en nuestro cuerpo.
Entonces nos conectamos con el momento presente y empezamos a deleitarnos con una forma de vivir diferente. Aprendemos a identificar cómo funciona nuestra mente, sus propuestas y el poder que les hemos dado.
Poco a poco notamos una transformación auténtica que nos permite vivir desde la conciencia y la plenitud, incluso en aquellos momentos que al parecer, son retadores.
¿Te animas? Este camino no tienes por qué hacerlo sola o solo, te acompaño en cada paso.